martes, 11 de febrero de 2014

Rodrigo Borja Cevallos 10 de agosto de 1988 a 10 de agosto de 1992

RODRIGO BORJA CEVALLOS (1935)
"Llego a la presidencia con las manos limpias, pues no tengo compromiso con nadie. No ofrezco milagros, pero sí garantizo honestidad, austeridad y sacrificio"(Mensaje en la asunción del Mando). PRESIDENCIA DE RODRIGO BORJA CEVALLOS Período Presidencial: 10 de agosto de 1988 a 10 de agosto de 1992. Primera dama: Carmen Calisto Ponce Vicepresidente: Luis Parodi Valverde: 10 de agosto de 1988 a 10 de agosto de 1992. Rodrigo Borja Cevallos
"Las personas más propensas a los peligros son las que rehúsan el riesgo" fue la lección que el doctor Luis Felipe Borja del Alcázar dio a su hijo Rodrigo nacido en Quito el 19 de junio de 1935. Para ganarse la vida, su madre, la señora Aurelia Cevallos, regentaba un taller de modas. Criado entre el riesgo y la austeridad, el niño Rodrigo ingresó a la primaria del Colegio Americano de Quito, del que tuvo que salir en 1943 porque su padre fue desterrado a Lima a causa de un golpe fallido contra el presidente Carlos Arroyo del Río. Borja no guardó un buen recuerdo de la ciudad de los Virreyes. Retornó al Americano y en él se graduó de bachiller a los 19 años de edad luego de haber aprobado la secundaria "con las justas", pues más le interesaban el baloncesto, el toreo, el tenis y el automovilismo. En este deporte habría de obtener años después algunos triunfos. 

Esta pasión por el deporte se reflejó en la presidencia en forma de satisfacción vicaria ya que Borja no perdía oportunidad para vestirse de militar, de submarinista, de piloto, de comando y de paracaidista. Se reflejó también cuando invitaba a los periodistas a seguir el Mundial de Fútbol Italia 90 en la pantalla grande de la Casa Presidencial, donde, de pie sobre una silla, arreglaba él mismo las cortinas para que hubiera la suficiente oscuridad. Borja se volvió estudiante serio en la Universidad Central. Con su característica certeza afirmó que "solo dos veces no saqué diez". Presidió la Asociación Escuela de Derecho y se afilió al Partido Liberal Radical, más afín con la tradición de la familia paterna. Descendiente en línea directa de los Borgia del Renacimiento, el perfil del presidente Borja se parece al de Rodrigo Borgia (el papa Alejandro VI). Ambos, además, eran dados al amor de las mujeres. Borja no fue un aniñado ni un hijo de papá. Se ganó la vida como locutor de la Voz de los Andes en Quito, como corrector de pruebas, a lo que debe su excelente ortografía y su manía de dictar a los periodistas con puntos y comas. Hizo de mensajero parlamentario, época en que se batió a duelo detrás del Palacio Legislativo. Del duelo guardó como recuerdo una costilla astillada por una bala calibre 22. Por un tiempo trabajó de reportero para una agencia de prensa extranjera; y, como diplomático menor en la ONU. Ya de ex presidente buscó la secretaría general de la OEA, pero no consiguió el apoyo que se le había prometido Siempre exhaustivo, su tesis de Jurisprudencia para el doctorado llegó a las 500 páginas. Versaba sobre Derecho Constitucional. Treinta y siete años después, editó una Enciclopedia de Jurisprudencia de su propia y sola autoría. Luego de graduarse, se especializó en Costa Rica en Ciencias Políticas. Y enseñó con éxito el Derecho Constitucional en su alma máter ecuatoriana. Elegido en 1962 diputado por el Frente Nacional Democrático, no ejerció el mandato a causa de la dictadura militar de 1963. Trabajó como secretario de la Casa de la Cultura en Quito. En 1967 contrajo matrimonio con la señora Carmen Calisto Ponce, de una familia de eclesiásticos y de políticos conservadores. 

LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
La vida pública de Borja tomó un sesgo singular cuando se desafilió del Partido Liberal como protesta por el "pacto mordoré" entre el Liberalismo y el gobierno de Velasco Ibarra: en la contienda electoral, liberales y velasquistas habían sido enconados adversarios. Borja denunció el pacto. En 1970 fundó Izquierda Democrática con los disidentes del liberalismo que militaban en el ala izquierdista de ese partido. Borja "quería el cambio social más la libertad y no el cambio social en lugar de la libertad". El pueblo quiteño bautizó al nuevo partido de "naranja": ni rojo, ni azul, ni verde, ni amarillo. Diputado de la ID por Pichincha en 1970, organizó el partido durante los nueve años de la dictadura militar de 1972 y terció en las elecciones presidenciales de 1978 con el ingeniero Raúl Baca Carbo para Vicepresidente. Baca había sido designado alcalde de Guayaquil por la dictadura militar nacionalista. Borja quedó cuarto después de Jaime Roldós, Sixto Durán Ballén y Raúl Clemente Huerta., pero fue elegido diputado nacional en la segunda vuelta. En el Congreso propuso una Ley de Defensa del Consumidor, muy criticada por los potenciales afectados, y votó con su partido por la censura del ministro de Gobierno Carlos Feraud Blum con lo que indirectamente promovió la figura política del ingeniero Febres-Cordero, autor de la interpelación al ministro. Borja volvió a terciar en las elecciones de 1983 y 1984. Su compañero para la vicepresidencia fue el arquitecto Aquiles Rigaíl. Ganó en la primera vuelta y perdió en la segunda frente a Febres-Cordero. Le combatió desde la oposición. Compitió por tercera vez en 1988. Creyó que su verdadero contendiente era el arquitecto Sixto Durán-Ballén, a quien veía como seguro triunfador en la primera vuelta; pero Durán-Ballén quedó tercero con 447.666 votos válidos. Borja triunfó con 744.409 votos y hubo de habérselas -para sorpresa suya- con Abdalá Bucaram que logró 535.482 votos. La campaña entre los dos fue dura: "Alcohólico, drogadicto, vulgar, sirviente de la cultura europea" le repetía Abdalá. "Verdadero canalla que quiere convertir la democracia en una cloaca", replicaba Borja. Pico a pico, diente por diente. Para el analista político Alfredo Pinargote: "La derrota de lo vulgar, el masivo respaldo de Quito a Rodrigo Borja y el nivel de la madurez organizativa alcanzada por la ID dieron al traste con las aspiraciones del candidato populista... 

Sin embargo del fenómeno de Guayaquil, el resto de la Costa respondió a los estímulos de un candidato que gritaba, cantaba, hacía strip tease e injuriaba con vulgaridad a su adversario". Luego de terminado su gobierno, Borja se dedicó a completar su opus magnum, una enciclopedia del saber constitucionalista, descuidando, en consecuencia, la organización de su partido. En 1996 Borja y la ID apoyaron la candidatura del periodista de televisión Freddy Ehlers Zurita. Este apoyo dividió a la centroizquierda y facilitó el triunfo del abogado Bucaram que entró a competir en la segunda vuelta con el candidato Jaime Nebot Saadi del Partido Social Cristiano, a quien favorecían las encuestas. Con este error, Borja había llegado al punto más bajo de su carrera política, y no le quedó otro camino que sumarse al pueblo en febrero de 1997 para destituir a Abdalá Bucaram. Un par de miembros prominentes de la ID participaron a título personal en la administración del gobierno interino de Fabián Alarcón en 1997. Borja no aprobó esta colaboración por el alto costo político que le significaría en las elecciones de 1998. La ID perdió a viejos militantes de primera. En ese año terció nuevamente en las elecciones, pero solo logró el tercer puesto. Había animado a un antiguo militante de la ID, Freddy Ehlers Zurita, a que optara por la presidencia, pero meses después Borja también compitió por ella. Este personalismo le restó credibilidad y confianza. En cierta ocasión, Borja afirmó que "Para mí la Política es un deber de servicio a los demás, de solidarizarme con los problemas de otros, de condolerme con los sufrimientos de mi prójimo. No. No es amor lo que siento por la política". Esta conciencia del deber frente a la fruición vital del poder nacía de la contextura ética de la personalidad de Borja, hombre muy honrado y pobre, puntual, de palabra, disciplinado en el deporte diario y en la tarea de escritor académico, en la organización partidista y en el ejercicio del Poder. No se trataba de un político de nacimiento. Se trataba de un político ético. Esta virtud y esta limitación unidas a una voluntad activa de hacerlo todo por sí mismo más su franqueza le daban un aire de simplicidad que no correspondía ni a su talento ni a su formación académica. Su gobierno fue mejor en la realidad que en la imagen proyectada, más aún si se considera que recibió un Ecuador político y económico en estado deplorable. 

EL MENSAJE
Borja leyó su mensaje de asunción al Poder ante siete presidentes de países amigos y 1.850 invitados de variada procedencia: políticos, empresarios, escritores y artistas. Su mensaje titulado "Paz y Unidad" enunció cuatro propuestas: el desarrollo político que propendería a abrir canales de participación en la toma de decisiones; el restablecimiento de la economía mediante un programa de emergencia y políticas de empleo intensivo, reglas de juego claras, seguimiento de la inflación, crédito para producir y democratización del crédito; el rescate de la moral pública de modo que la palabra del presidente fuera revalorizada; y la búsqueda de una "paz con dignidad" en el asunto territorial. "El problema internacionales", dijo, "un problema de economía, y, por eso la deuda es un problema político". Asignó, en consecuencia, a las Fuerzas Armadas un nuevo objetivo: el desarrollo económico social. Vinculó, además, la seguridad nacional con el respeto a los derechos humanos al afirmar que "Un Estado es seguro cuando es capaz de garantizar los derechos humanos de sus habitantes". El resultado de tales aspiraciones es la paz. Concluyó su mensaje con estas palabras: "Firmo hoy, con el puño y letra de nuestro pueblo un convenio a largo plazo con la esperanza.

NUEVAS ESPERANZAS 
Esperanza era lo que el Presidente más necesitaba porque en el campo de la política internacional el gobierno de León Febres-Cordero había minimizado las relaciones con América Latina, Europa y otras regiones, politizado el servicio Exterior y el ministerio de Defensa Nacional y había atendido, casi de modo preferente, a mantener muy buenas relaciones con los Estados Unidos. El Canciller reconstructor Edgar Terán había declarado que "Consultaría con las autoridades norteamericanas las reformas constitucionales" en las que estaba empeñado el régimen; y Febres-Cordero había afirmado que los "Contras tenían el derecho a la lucha por la libertad de Nicaragua". 
Esperanza era lo que Borja necesitaba. Porque encontró una situación económica muy difícil. El descalabro de varios sectores de la economía en el régimen de León Febres-Cordero se debió a la brusca baja del precio del barril del petróleo en el mercado internacional; al terremoto que ocasionó la suspensión de las exportaciones petroleras durante cinco meses; a la adopción de políticas neoliberales aisladas, por ejemplo, la flotación de las tasas de cambio y de interés en agosto de 1986, y a una política de gasto público irresponsable y contradictoria durante el último año de gobierno. 
La esperanza era urgente para Borja, pues aunque Febres-Cordero había eliminado con mano dura y sin contemplaciones la actividad guerrillera de "Alfaro Vive, Carajo", Ecuador se hallaba en crisis de valores políticos, constitucionales y éticos como resultado de una administración calificada de "dictadura civil" por el ex presidente Osvaldo Hurtado, el adversario más radical y coherente del régimen reconstructor. 

PRISIONERO DE LA HISTORIA Borja gobernó con un equipo asesor compuesto por su hermano Francisco, pequeño empresario y periodista; Washington Herrera, economista; César Verduga Vélez, economista, político y ejecutivo internacional de derechos humanos; Gonzalo Ortiz Crespo, sociólogo y periodista; Alfredo Vera Arrata, arquitecto, de extracción marxista pero afiliado a Izquierda Democrática, y Pedro Saad Herrería, intelectual y dramaturgo, afiliado al Partido Naranja, quien también provenía de las filas del marxismo. El gabinete ministerial estaba integrado en su mayoría por miembros de la Izquierda Democrática entre los que sobresalían el de Gobierno, Andrés Vallejo, banquero, con experiencia en el Congreso y amigo fiel del Presidente; Raúl Baca Carbo, ingeniero, y Diego Cordovéz, del servicio diplomático, con reputación de hábil mediador de la ONU. Pero los cuadros de la ID no bastaban y hubo de aliarse burocráticamente con la Democracia Popular. La alianza duró poco. 

El mundo occidental había escogido la teoría de la economía de mercado. Los modelos de éxito eran la primera ministra británica Margaret Thatcher y el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan. El mundo del socialismo estatal estaba por caer. En Europa, los mismos países que mantenían aún la dirección del Estado en las políticas sociales como España, Francia y Alemania hacían equilibrios para adaptar esta política a la tendencia imperante marcada por la Gran Bretaña y los Estados Unidos. La ideología de la Izquierda Democrática era hasta cierto punto una reliquia del pasado. El espacio que le quedaba para gobernar se ubicaba entre el centro y la derecha. Atrapado entre la deplorable herencia del gobierno anterior y el sentido en el que se movía la historia, la única ventaja real de Borja en los dos primeros años de su mandato fue contar con una cómoda mayoría de 34 diputados de la ID en el Congreso, y alcaldes y prefectos provinciales en 17, de las 21 provincias del Ecuador. 

LA OBRA 
En 1988, el gobierno de Borja reinstauró el sistema de mini devaluaciones con ajustes progresivamente mayores a fin de combatir la inflación. Según el economista Fidel Jaramillo Buendía, "El sistema de mini devaluaciones tuvo varias virtudes: revirtió el caos cambiario vigente hasta 1988, logró mantener un tipo de cambio real más bien competitivo, corrigió los desfases resultantes mediante la entrega anticipada de divisas a los exportadores y permitió, de este modo, que los agentes planificaran sus necesidades de inversión". Bajo este sistema, las nuevas exportaciones de flores, melones, piñas, tabaco en rama y productos industrializados crecieron un 25 por ciento en 1991 respecto del buen crecimiento que habían alcanzado en 1990. Y se estimó que para fines de 1992 las exportaciones globales llegarían a un poco más de tres mil millones de dólares -la marca más alta hasta entonces en la historia de este rubro- como, en efecto, ocurrió. La inflación llegó al 75,6 por ciento de promedio anual y al 99 por ciento de promedio anualizado en marzo de 1989. El Gobierno no pudo bajar el ritmo del crecimiento de la inflación a un 30 por ciento anual como en un principio se había propuesto, pero para julio de 1992 lo había reducido al 51,79 por ciento. Como una señal de buena fe, pagó montos simbólicos de la deuda comercial y autorizó la conversión de la deuda externa para inversiones sociales En 1989, el Citibank retuvo arbitrariamente 80 millones de dólares depositados en sus arcas por el Banco Central y se cobró así, a la brava, un préstamo cuyo plazo de pago no había llegado aún. Aunque el Gobierno no pudo renegociar la deuda externa, dejó expedito el camino para hacerlo, pues la banca externa acreedora aceptó la tesis ecuatoriana de que la solución del problema presuponía también un arreglo global a largo plazo. Ante la moratoria de pagos al Estado por la empresa eléctrica (EMELEC), el gobierno la intervino, pero no resolvió el problema. La reserva monetaria internacional que en julio de 1988 era de menos 320 millones de dólares llegó en mayo de 1992 a 455 millones: el gobierno de Borja había podido, pues, acumular un total de 755 millones de dólares. La economía, estancada en los tres primeros años, creció en 1991 en un 4.4 por ciento gracias a la recuperación -coyuntural- manufacturera y al dinamismo del sector agrícola. En 1989 se expidió la Ley de Régimen Tributario Interno. CEPE fue transformada en Petroecuador y asumió el manejo del oleoducto que estaba operado por la TEXACO. En 1990, se expidió la Ley de Reforma Arancelaria que reducía drásticamente esos tributos a fin de favorecer el comercio y combatir el contrabando. Se promulgaron las leyes de Maquila, de Contrato a Tiempo Parcial y Zonas Francas, y la ley del Consumidor. LA DEUDA SOCIAL "Sin embargo", anota Patricia Estupiñán, editora de "Vistazo", "Borja perdió la dorada oportunidad de realizar las reformas sociales estructurales, prometidas en la campaña, al dejar transcurrir el tiempo en que disponía de una mayoría parlamentaria". Y el economista Alberto Acosta, observa que "A pesar de que (este gobierno) logró controlar algunas variables macro desbocadas a partir de los excesos liberacionistas del febrescorderato, las dificultades económicas de las masas se agudizaron... Los niveles de miseria, indigencia, desnutrición y desocupación alcanzaron el mayor grado de deterioro desde 1982... De un análisis de la evolución de los salarios de enero de 1980 a julio de 1993, el gobierno que más comprimió las remuneraciones reales fue el del Dr. Rodrigo Borja". El historiador Jorge Salvador Lara resalta que "Sin el exhibicionismo de múltiples carteles propagandísticos, Borja efectuó una serie trascendental de grandes, medianas y pequeñas realizaciones materiales en todo el país, tales como la red de poliductos en la Costa, el relleno hidráulico de Guayaquil, la terminación del coliseo Rumiñahui en Quito y numerosas obras públicas (hospitales, carreteras, puentes, edificaciones escolares, vivienda), así como tareas de tanta importancia para el bienestar social como el millón de desayunos diarios a los niños (200.000 mediante la Conferencia Episcopal), la red comunitaria de desarrollo infantil (130.000 niños del campo atendidos en el mejoramiento nutricional), la asistencia médico-familiar a los hogares (millón y medio de ecuatorianos atendidos), mejoramiento carcelario, alfabetización de adultos, educación básica, y vacunación". EL MANEJO POLÍTICO Con el fin de promover la paz social, Borja tomó las polémicas medidas de usar la Ley de Gracia para dar libertad a los comandos de Taura que habían secuestrado al presidente León Febres-Cordero, y dialogar con el ala mayoritaria de lo que quedaba del desmantelado grupo guerrillero "Alfaro Vive, Carajo" logrando que éstos entregaran las armas y se reintegraran como partido político en la vida establecida de los ciudadanos regulares. En enero de 1990, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ramiro Larrea Santos, dictó orden de prisión contra el ex presidente Febres-Cordero por un supuesto peculado en la contratación de un experto israelita para entrenar a las fuerzas de represión. Asimismo la Corte Superior de Guayaquil dictó una nueva orden de captura contra el ex candidato presidencial Abdalá Bucaram por un juicio de peculado en el transporte de cascajo cuando fungía como alcalde de Guayaquil. En agosto, un tribunal de la Corte Suprema declaró inocente a Febres-Cordero y en octubre de 1990, el Congreso amnistió a Bucaram, quien regresó de Panamá adonde había huido del brazo de la Justicia. Los acusados se convirtieron en víctimas y cosecharon buenos frutos políticos. El tortuguismo en la toma de decisiones y los estragos causados por la inflación minaron la popularidad del presidente y su partido. Esta impopularidad se manifestó en las elecciones de diputados, alcaldes y prefectos provinciales celebradas en junio de 1990 y en las que triunfaron los partidos de la oposición. La ID perdió 19 congresistas. Pero la nueva mayoría formada por el Partido Social Cristiano y el PRE se disolvió tras incidentes bochornosos en el Congreso. Averroes Bucaram, presidente gracias a esa nueva mayoría, fue sustituido. La oposición perdió su garra. Borja respetó la libertad de prensa y los derechos humanos. 

En el régimen de Febres-Cordero la Policía había detenido arbitrariamente, torturado, asesinado y hecho desaparecer a dos jóvenes de la familia colombiana Restrepo-Aristizábal, residente en Ecuador. La Policía hizo desaparecer los cadáveres y obstaculizó de modo sistemático la investigación con mentiras, engaños y contradicciones. La familia luchó sin desmayo porque se aclarara este crimen y se castigara a los culpables. La ciudadanía apoyó a los Restrepo. Borja nombró una Comisión Nacional para investigar el hecho, pero los comisionados resultaron poco eficaces. Cediendo a la presión del exterior, Borja creó una Comisión Internacional que aclaró el crimen, aunque los cadáveres del niño y del jovencito nunca fueron encontrados y los culpables recibieron un castigo insuficiente. Según estadísticas de Derechos Humanos, hubo más desaparecidos en el gobierno de Borja que en el de Febres-Cordero. En el de éste, el hecho obedeció a una política de represión. En el de aquél, a abusos de la Policía.

El Gobierno cumplió su promesa de alfabetizar. El ministro de Educación diseñó y ejecutó un publicitado plan de alfabetización, cuyos actores fueron los estudiantes de quinto y sexto curso de Secundaria. La campaña, exitosa a corto plazo y útil para los instructores, falló a mediano plazo por falta de continuidad, método y dedicación. Borja mejoró las relaciones con Perú. Sugirió la conveniencia de un arbitraje del Papa para solucionar el problema territorial e invitó al presidente Alberto Fujimori a visitar Ecuador. El pueblo de Quito acogió cordialmente al mandatario. Era la primera visita oficial de un presidente peruano a Ecuador en la historia de los dos países. Borja orientó la política exterior a la "reinserción del Ecuador en el mundo". Él mismo viajó 17 veces a Europa especialmente, y también a Asia y América. En estos viajes se distinguió como orador serio. Estas visitas impulsaron el comercio exterior. La imagen del Ecuador quedó restaurada. INDIOS En abril de 1990, el Gobierno había asignado 60000 hectáreas a 12 comunidades de indios huaoranis cerca del río Napo en la Amazonía. El 28 de mayo de 1990 en Quito, 80 personas ocuparon sin violencia el templo de Santo Domingo regentado por la orden de Predicadores a la que había pertenecido Bartolomé de las Casas, el defensor de los indios en la conquista española. Los ocupantes enviaron una carta al Presidente demandando la atención al agro y la declaración del Estado plurinacional. La toma había sido decidida en la Asamblea de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) reunida en Pujilí, Cotopaxi, el 25 de abril. Los ocupantes pertenecían a la Coordinadora Popular integrada por organizaciones indígenas y de derechos humanos. En un manifiesto a la opinión pública afirmaban que los campesinos y las nacionalidades indígenas eran los más afectados por la crisis económica y las medidas sociales del Gobierno. "Pese -decían- a que las pequeñas propiedades menores de 10 hectáreas son las que abastecen el 80 por ciento del consumo de cereales y tubérculos de la población, las autoridades gubernamentales...atienden a los grandes terratenientes y ganaderos, prefiriendo una tierra abandonada y poco cultivada...antes que elevar la producción agrícola. Al cabo de dos años de gestión, el doctor Borja no ha cumplido con sus promesas electorales para el campo...". La Conferencia Episcopal los apoyó ante el Presidente y ofreció mediar. El Gobierno exigió el cese de la ocupación como requisito para el diálogo. El subsecretario de Gobierno, Luis Félix López, denunció el hecho como agitación interna y movimiento electorero en vista a los próximos comicios para diputados. Luis Macas, presidente encargado de la CONAIE, respondió con la convocatoria a un levantamiento indígena nacional para el cuatro, cinco y seis de junio. El levantamiento tuvo un éxito total en las provincias centrales de la Sierra Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo, Bolívar y el norte de la provincia de Cañar- y un éxito medio en las de Imbabura, Pichincha, Azuay y Loja. En las de la Amazonía la participación fue menor aunque significativa. El cuatro de junio, los ocupantes del templo se declararon en huelga de hambre. 

Para cesar el levantamiento, que terminó el 11 de junio, los organizadores indígenas plantearon la satisfacción a 18 propuestas, de las cuales las más trascendentes fueron el Estado plurinacional, la solución a los 70 conflictos de tierras pendientes y a los problemas de agua y riego, la financiación por el Estado de la medicina indígena, la asignación de fondos para la educación bilingüe y la autonomía del mercado indígena. 
El Gobierno movilizó al Ejército y a la Policía que obraron con tino, salvo cuando un helicóptero artillado disparó contra los campesinos de Columbe, Chimborazo, y cuando la Policía hirió a 22 personas, una de ellas de gravedad, en la parroquia González Suárez, Imbabura. En el levantamiento murieron dos indios; 14 policías y 16 militares fueron secuestrados en el sector de Maya del cantón Alausí de la provincia de Chimborazo. Los indios se tomaron la hacienda de ganadería brava de la familia Bermeo en Chunchi, Chimborazo, y, según la Asociación de Ganaderos de la Sierra, invadieron 40 haciendas en Pichincha e Imbabura. "Agitadores irresponsables están manipulando a los indígenas de la Sierra", dijo el presidente Borja. Sin embargo, no se dejó llevar por la presión de los ganaderos y hacendados que le exigían "aplicar todo el rigor de la ley". Mérito de Borja fue que por primera vez en la historia de los levantamientos no hubo un baño de sangre. "El gobierno de Borja demostró apertura y sensibilidad en la solución de varios problemas ancestrales. Los diálogos posteriores entre el Gobierno y los indígenas continuaron con sucesivas rupturas temporales, amenazas de nuevos levantamientos, rechazo a las propuestas de los políticos y pequeños avances en la solución de los problemas operativos", acotan los antropólogos Segundo Moreno Yánez y José Figueroa que estudiaron este hecho. 

La CONAIE demostró capacidad de convocatoria y poco poder de control de los hechos consecuentes. El levantamiento no provino ni de agitadores ni de políticos; era, más bien, la continuación de una historia de 300 años de levantamientos parciales y violentos en la Colonia y en los 160 años de la República por motivos múltiples que no se absolvían únicamente en la cuestión de las tierras. La diferencia de este levantamiento respecto de todos los anteriores radicó en su carácter nacional en cuanto a la extensión, en su carácter multitudinario en cuanto a la participación, en su carácter simbólico de juzgamiento a la autoridad de los "blancos", y en su carácter sicosocial, ya que, por primera vez, los indios y campesinos tenían conciencia de su poder de paralizar el país y de poner de rodillas al Gobierno. En marzo y abril de 1992, la Organización de los Indígenas de Pastaza -quichuas, shiviares, záparos y achuares, sacó las consecuencias de lo aprendido. En una ordenada marcha de 223 km. desde las selvas del Puyo subiendo los Andes hasta Quito, acamparon en un parque de la capital y pidieron al Presidente el Estado plurinacional, territorios autónomos y el manejo ecológico de los recursos del suelo y del subsuelo. Borja también había aprendido la lección. Les asignó decenas de miles de hectáreas de la selva como tierras a cargo de esas comunidades, pero les negó el recurso al subsuelo y la autonomía administrativa en las tierras asignadas. El levantamiento indígena de 1990 fue el hecho social más trascendente en los años de la nueva democracia (1979-1997) y el que iba a tener mayores repercusiones políticas. 

FUENTE:

http://presidentecuador.galeon.com/BORJA.html

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