jueves, 6 de febrero de 2014

El Comercio 9 de enero de 2006 Clorinda Guzmán y el Comité de Familiares


La memoria de los hermanos Restrepo continúa muy viva 

TIEMPO DE LECTURA: 5' 14'' NO. DE PALABRAS: 834 00:00 Lunes 09/01/2006 
18 años de lucha  permanente.  Pedro Restrepo ayuda  a otros familiares con desaparecidos. Inició  otra protesta contra  la impunidad. 

Foto: EL COMERCIO

Adormilado sobre su cama, Carlos Santiago recibía algunas instrucciones de su padre y un beso de despedida. Esa era la última vez en que Pedro Restrepo miró    vivo a  su hijo mayor. Ni a él ni a su otro crio  Pedro Andrés nunca más volvió a verlos. 

A las 05:00 del viernes 8 de enero, de hace 18 años, había subido hasta el dormitorio de su primogénito.  “Les dejo el carro (un Trooper, junto al cual desaparecieron) y dinero. La casa queda a tu cargo”, fueron las recomendaciones, antes de partir junto a su esposa en ese entonces,  Luz Elena, de vacaciones a la Costa.

Esa  imagen  acudió a la mente de Restrepo, ayer, mientras descansaba en su hogar, al oriente de Quito. Afuera, el sol de mediodía sofocaba al valle de Tumbaco. 

Un tanto meditabundo, aguardaba  la noche para acudir a una vigilia de recordación al pie del Palacio de Carondelet. Ese tipo de actos lo  iniciaron en la Plaza Grande,   desde  marzo de 1989.  

Entre la  reflexión y el recogimiento tenía previsto encender 18 velas y  colocar igual número de flores, todas rojas. 

“Para mí, es un día muy significativo, a la vez muy triste . La vigilia es una  protesta frente al Poder por el crimen cometido y un reclamo para que, al menos, devuelvan los restos de mis hijos”. 

A ellos nunca más volvió a verlos.   Con la mirada a ratos fija en el horizonte y en otros hacia el patio donde unos geranios  rosados cuelgan del muro, Pedro  Restrepo  reflexionaba sobre su vida.  De estar con vida, el primero estaría de 35 años y sería un médico cardiólogo; el segundo tendría 32 y sería ingeniero en Sistemas. “Aunque aún muy jóvenes, hacia eso proyectaban sus vidas”. 

El vacío que había provocado la desaparición de los dos hermanos, en algo había sido llenado con la presencia de Simón y Cristina. Los dos,  sobrinos de los Restrepo, los acompañaron durante tres años, desde el 2001. Ayer, ellos los acompañaban  aprovechando sus vacaciones. No obstante,  aunque los 18 años parezcan mucho tiempo, en esta casa, en cuya sala se resaltan piezas de arte religioso, la mayoría de la Escuela Quiteña del siglo XVIII,  los recuerdos de  Carlos y Pedro se mantienen muy   vivos. 

Ahora convertida en una pequeña sala de estudios de Antonio, la habitación del primero conserva algunos de los 18 cuadros al óleo que había pintado Santiago en su adolescencia.  

En las paredes del cuarto conjunto,  que era de Pedro, sobresale   una serie de fotografías que testimonian la tenacidad de los esposos Restrepo por esclarecer la misteriosa  desaparición de  dos de sus tres herederos, María Fernanda es la tercera. Enfrentamientos con policías antimotines, la visita en 1991 de Adolfo Pérez Esquivel, un Premio Nobel, entre otras, son las imágenes que se observan.  

Sólo su lucha tenaz permitió que una comisión internacional, en agosto de 1991, reconociera que el Estado, durante el Gobierno de León Febres Cordero, los desapareció. Al tiempo que, tras el testimonio del agente del extinto Servicio de Investigación Criminal (SIC),    Hugo España se determinó que los cuerpos    habían sido arrojados en la laguna de Yambo, cerca de  la ciudad de Ambato. 

Si bien aquello no dejó del todo satisfecho a  Pedro Restrepo, su consuelo es que se despertó en  la sociedad una conciencia grande sobre los Derechos  Humanos. 

Su caso se consolidó en una suerte de precedente para esclarecer  varios crímenes  cometidos por agentes del Estados, como el de la maestra Consuelo Benavides, asesinada en Esmeraldas y muchos otros. Se desataron sentencias a coroneles, altos oficiales de la Policía y otros implicados.   

 “Claro que, desde la expectativa de la familia, el juzgamiento al Poder político que propicio este crimen en la cabeza de León Febres Cordero, Robles Plaza, Heinz Moeller... quedó en la impunidad y marca un vacío muy grande en la Justicia”, dice el padre.  

A partir de lo que les ocurrió,  los Restrepo se convirtieron en los abanderados. En esa misma onda, a sus 63 años, Pedro  continúa siendo una especie de asesor  de aquella gente que acude en busca de algún apoyo  para enfrentar una violación a sus derechos constitucionales y humanos.  

Han servido de aliento, por ejemplo, a Clorinda de Garzón en su reclamo por la desaparición de su hijo, el escritor Gustavo Garzón, ocurrida en noviembre de 1990. “Con gente como esta mujer formamos un comité que combatió  durante  mucho tiempo contra la impunidad”. 

Pedro Restrepo ya camina pausado, pero  está  convencido que este tipo de lucha le entrega  más sentido a su vida luego de la tragedia  y el recuerdo   le  da   energía. 

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