domingo, 6 de abril de 2014

¿Qué era el DAS?

El Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) era el principal centro de inteligencia estatal de Colombia. El 31 de octubre de 2011 el presidente Santos expidió el decreto 4057 mediante el cual se suprime esa entidad. El DAS llevaba a cabo operaciones de control migratorio de nacionales y extranjeros, protección de personalidades, Policía Judicialantiterrorismo, entre otras. Su director es Felipe Muñoz Gómez quien continúa al frente del proceso de supresión (tal proceso no podrá tardar más de dos años según el mencionado decreto). Durante la presidencia de Álvaro Uribe, ésta entidad fue usada con fines de espionaje, en contra de políticos, periodistas y reconocidos personajes de oposición.

Se creará un nuevo organismo encargado de realizar exclusivamente labores de inteligencia y contrainteligencia, según versiones de prensa su nombre sería Agencia Nacional de Inteligencia Colombiana -ANIC-.

FUENTE:
Wikipedia

sábado, 5 de abril de 2014

Sobre las matanzas en Guayaquil

Los enemigos de Guayaquil

*Fernando Falconí Calles
Los piratas tenían la muy mala costumbre de saquearla. En 1684 la ciudad soportó los robos de William Dampierre, Swan y Davies. En tanto que Grogniet, Piccard y Hewitt la asaltaron en 1687.
Los enemigos de Guayaquil son aquellos que, el 15 de noviembre de 1922, masacraron a los artesanos, trabajadores, obreras, humildes cocineras, lavanderas, niños y ancianos.
El proletariado guayaquileño estaba formado por los trabajadores del alumbrado, de los talleres mecánicos, del agua potable, de las panaderías, de las piladoras, del Cuerpo de Bomberos, de los tranvías eléctricos, del cacao, de los carros urbanos. Por los estibadores, por los vaporinos.
Por aquellos años se produjo un grave proceso inflacionario y, consecuentemente, un enorme deterioro en el nivel de vida de los habitantes de la ciudad.
Se convocó a una huelga general y se realizaron -pacíficamente- marchas y protestas multitudinarias. José Luis Tamayo, mediante un telegrama dirigido al Jefe de Zona, le ordena: “Espero que mañana a las seis de la tarde me informará que la tranquilidad ha vuelto a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”.
Varios historiadores sostienen que en la tragedia de 1922 fueron asesinadas alrededor de 2.000 personas. Por aquella época Guayaquil tenía aproximadamente 65.000 habitantes. Los fallecidos representaron el 3% de la población total de la ciudad.
Si consideramos el 3% de los 2’500.000 habitantes que hoy tiene Guayaquil, los muertos serían 75.000. ¡Setenta y cinco mil! Esto nos da una idea muy clara de la magnitud de la masacre de 1922.
Esta fue la primera -y no sería la última- represión sangrienta de las élites, como clase dominante. El 2 de junio de 1959, los estudiantes secundarios de Guayaquil expresaban su descontento con el gobierno del socialcristiano Camilo Ponce Enríquez. Se tomaron las calles y muchos puntos de la ciudad quedaron bajo su control.
En la intersección de 10 de Agosto y Boyacá, la Policía abrió fuego. Cinco estudiantes fueron asesinados.
El 3 de junio de 1959, desde las primeras horas de la mañana, se realizaron protestas. Concluido el sepelio, ya al caer la noche, el Ejército, utilizando ametralladoras y fusiles, disparó a los estudiantes y a las masas empobrecidas. Muchos muertos fueron colocados en fosas comunes.  
El monumento a los enemigos de Guayaquil, que propone el Cabildo, ¿será para los piratas Dampierre, Swan, Davies, Grogniet, Piccart, Hewitt?
¿Será, tal vez, para José Luis Tamayo y Camilo Ponce? 
Pronto lo sabremos.

FUENTE:
http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/los-enemigos-de-guayaquil.html

Matanza del 2 y 3 de junio de 1959

jueves 05 de junio del 2008

¿Dónde están?

El 2 de junio de 1959 los colegios de Guayaquil, infectados por el descontento contra el gobierno de Camilo Ponce Enríquez, se arrojaron a las calles. Amplios sectores de la ciudad quedaron en manos de los jóvenes. En la noche la caballería intentó retomar el control, pero los jóvenes respondieron con cohetes y bolas de vidrio que inutilizaron a los caballos.


Al ponerse el sol, los bajos de El Telégrafo se convirtieron en el centro de los combates. Allí había un edificio en construcción. Los estudiantes lo hicieron su cuartel general. Pero llegaron refuerzos policiales que ingresaron disparando. Allí cayeron veinte adolescentes.



La Policía se deshizo de los cadáveres, pero una multitud de universitarios, trabajadores y desempleados, al extenderse la noticia, se lanzó a las calles. Algunos delincuentes protagonizaron los primeros saqueos.



Los más exaltados mataron a varios policías. La casa del Intendente fue saqueada. Desde el tercer piso un policía semidesnudo fue arrojado a la calle. Ya en el piso amarraron su cuerpo a la cola de un caballo y lo arrastraron.



En la noche, los tanques del Ejército ingresaron a la ciudad. Recorrieron las principales calles pero no dispararon un solo tiro. Al día siguiente una muchedumbre concurrió al sepelio de seis cadáveres que la Policía no había podido ocultar. Durante todo el día se marchó coreando canciones revolucionarias y gritos contra Ponce. De tanto en tanto circulaban vehículos militares que recibían el aplauso de la población.



Los estudiantes lanzaron piedras contra el Consulado norteamericano y alrededor de las seis de la tarde el populacho incendió la Oficina de Seguridad. Decenas de delincuentes huyeron. Entonces comenzó de nuevo el saqueo en los alrededores de la casa de empeños El Sol. El Gobierno impuso la ley marcial. En la noche, los tanques del Ejército comenzaron a disparar. Ametralladoras antiaéreas  arrojaban proyectiles diseñados para alcanzar los 2.500 metros, a cientos de personas que se hallaban a menos de una cuadra.



Un testigo de la época me lo contó así: “Existía un cuartel de bomberos en la avenida Olmedo, la Luzarraga, y me presenté allí como voluntario para ayudar a los heridos. No puedo saber cuántos eran pero estaban por todas partes, en Pichincha, Malecón, Aguirre, Luque, sobre todo Villamil. Calculo que habrán muerto esa noche dos mil personas. Los almacenes de armas Zunino estuvieron a punto de ser saqueados y solo lo evitamos gritándoles a los manifestantes que llegaban los militares, y eso los hizo huir. Llevábamos a los heridos al hospital León Becerra y al Vernaza, pero después ya no había dónde ponerlos porque inundaban los pasillos. Viví entonces una de las experiencias más terribles de mi vida, cuando frente a El Sol vimos una señora entre los escombros, con un limón en la mano extendida. Cuando la quise levantar, era solo el torso; las balas de ametralladoras antiaéreas le habían partido el cuerpo por la mitad”.



Nadie sabe hoy dónde están los cadáveres de la locura del 2 y 3 de junio de 1959. Alguien me dijo que los arrojaron a una fosa común cerca de la base de San Antonio, pero quizás sea solo un rumor. Tampoco se conoce a los autores materiales de la masacre. Nunca se inició una investigación. Ahora que Javier Ponce está en el Ministerio de Defensa, ¿se atreverá a develar lo que, medio siglo después, se oculta todavía?
FUENTE:
http://www.eluniverso.com/2008/06/05/0001/21/56F00CFB16AB4B70B81DC75271502A6D.html

Documental sobre la muerte de Roldós

La muerte de Roldós por Rafael Barriga



Un país pequeño y subdesarrollado. No tiene empacho en escribir aquello, sobre su país, el Embajador del Ecuador en Argentina, en el año de 1981, en un despacho oficial. Manuel de Guzmán Polanco, uno de los fundadores del Partido Social Cristiano, y que representó al país como diplomático por varias décadas, escribía eso con el fin de disuadir al gobierno ecuatoriano que cuestionaba, a través de las acciones del presidente Roldós, los graves crímenes a los derechos humanos cometidos por la dictadura argentina de esos años. Esa declaración, esas palabras, esa actitud, son sólo uno de las muchos espeluznes que pone frente a nosotros La muerte de Jaime Roldós, el documental que Manolo Sarmiento y Lisandra I. Rivera estrenan en esta nueva edición de EDOC.

Las palabras de Manuel de Guzmán Polanco son paradigmáticas de la situación de la política internacional en la que actuó Roldós. “Pienso que Roldós tuvo la inteligencia suficiente para pensar más allá de los límites que nos autoimponemos cuando nos pensamos como habitantes de un país subdesarrollado”, me dice Manolo Sarmiento.



"Ciertamente no era un “aldeano vanidoso”, parafraseando a Martí, sino un tipo que sabía y era consciente de la existencia de esos gigantes de siete leguas que nos podían poner la bota encima”. ¿Fue eso lo que mató a Roldós? ¿Fue su conciencia, y más que ello, su acción frente a las atrocidades genocidas del continente lo que terminó con él? ¿Es Roldós otro de los grandes mártires latinoamericanos que entregó su vida para que brillara la verdad? Este filme presenta algunas respuestas.

La muerte de Jaime Roldós consta de cuatro secciones bien estructuradas. Una introducción, donde Sarmiento y Rivera relatan de forma sucinta el antecedente histórico del Ecuador de los setentas; una sección llamada “La primera muerte de Jaime Roldós”, donde, con un ilustrado talento investigativo, los realizadores exponen los móviles políticos del posible magnicidio; otra sección, llamada “La segunda muerte de Jaime Roldós”, donde existe un acento en el ámbito más privado de las consecuencias de la muerte de Roldós, en especial para su hijo, Santiago, y, finalmente, un epílogo, que ensaya con contundencia sobre el historicismo, el archivismo audiovisual y, quizás con mayor importancia, sobre la dimensión brutal de los hechos narrados en el filme y de sus derivaciones en la cultura ecuatoriana.


“Tuvimos una lucha con el hecho de que se trate de una película histórica, –dice Sarmiento– porque no queríamos hacer una película solamente histórica, queríamos una película reflexiva ante todo, pero terminamos por darnos cuenta –y tardamos mucho en aceptar– que tenía que ser también una película histórica, porque si no contábamos ciertos hechos no los podíamos comentar después. En ese sentido, es una película que crea su propia arqueología”.


La arqueología del filme de Sarmiento y Rivera revela que ese país “pequeño y subdesarrollado” había aprendido varias lecciones que forjarían su destino. Toda una generación se sintió consternada con la matanza del 3 de junio de 1959 en Guayaquil, intelectualmente concebida por, coincidencias de la vida, otro fundador del socialcristianismo, Camilo Ponce Enríquez. Y esa historia cuenta que esa generación es la de Roldós. Manolo Sarmiento me dice que “en cierta medida esa masacre representaba para ellos lo que para nosotros representa la muerte de Roldós: un acontecimiento traumático que determina en buena medida su compromiso político y que, paradójicamente, fueron y somos incapaces de aclarar. El silencio se impuso en ambos casos, a ambas generaciones”. Es el silencio, pues, uno de los temas fundamentales de este filme.


“El silencio ha sido el arma para que el país no pueda hacer las conexiones correctas”, dice Lisandra I. Rivera, productora y codirectora del filme, cuando le pregunto sobre el magnífico epígrafe con el que abre el documental, tomado de otro filme, Memorias del subdesarrollo: “Una de las señales del subdesarrollo es la incapacidad de relacionar una cosa con otra”.


La muerte de Roldós quedó para siempre archivada, tanto como la matanza de 1959 permaneció en el olvido. Y si uno quisiera seguir recordando cuántas muertes y cuántas monstruosidades han quedado impunes en este país, el papel no alcanzaría. Allí está, otra vez, el trabajo de Sarmiento y Rivera para sacudir la conciencia nacional. Para mostrar, con un cine que se aleja del periodismo y se revela plenamente autoral, cosas que no sabíamos. Cosas que alguien quiso que no supiéramos. En el extenso metraje de su película yacen las acciones, las causas, los efectos y los olvidos de esas muertes: la pública y la privada, la política y la emocional, la del poder y la de los afectos. Y hay, quizás, una tercera: la del mutismo y la del no me acuerdo. Pero esta última, para salvación de todos, tiene vuelta atrás: la palabra y la memoria, el argumento y la verdad. No importa que este filme llegue 32 años después de lo sucedido, La muerte de Jaime Roldós construye, desde ahora, esa senda.



FUENTE:
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=627096&page=109

El 15 de noviembre de 1922

La matanza obrera de 1922

Juan J. Paz y Miño Cepeda

Juan J. Paz y Miño Cepeda

En octubre de 1922, por iniciativa de la Sociedad Cosmopolita de Cacahueros “Tomás Briones”, se constituyó en Guayaquil la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE). Dos días después, la Asamblea de Trabajadores del Ferrocarril de Durán resolvió presentar al gerente, J.C. Dobbie, un pliego de demandas: respeto a la ley de 8 horas de jornada diaria (1916) y de accidentes de trabajo (1921), aumento de salarios, semana laboral de 6 días (era de 7), estabilidad, supresión de descuentos arbitrarios a los sueldos y otras reivindicaciones.
Al no recibir respuesta, al día siguiente los ferrocarrileros iniciaron la huelga, respaldada por la FTRE, la Confederación Obrera del Guayas (COG) y la Asociación Gremial del Astillero. En los siguientes días aumentó la solidaridad de otros gremios. La alarma que produjo la paralización del ferrocarril en el país forzó al gerente Dobbie a entrar en arreglo con los huelguistas, y el 26 de octubre las partes suscribieron el acta en la que fueron aceptados los planteamientos de los trabajadores.
El éxito de los ferrocarrileros de Durán motivó el levantamiento de numerosas reivindicaciones por parte de los trabajadores guayaquileños de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica, la Empresa de Carros Urbanos, motoristas y conductores de los tranvías eléctricos, operarios de los carros de tracción a mula, trabajadores del gas, verteros, taller de carrilanos, cascajeros, etc.
El  10 de noviembre se sumaron a la huelga los trabajadores de las fábricas de Guayaquil; el 11, artesanos y constructores; el 13, los voceadores y nuevas fábricas. La FTRE declaró el paro general. El 14 Guayaquil era una ciudad paralizada y sin luz. El día 15 de noviembre, la gigantesca manifestación de trabajadores por las calles de Guayaquil fue reprimida a fuego abierto. Murieron centenares de manifestantes.
La masacre del 15 de noviembre de 1922 expresó el despertar de las reivindicaciones laborales en el Ecuador. Sin embargo, las justas demandas obreras ya fueron atacadas de “comunistas” y “excesivas”. La matanza, de la que fuera responsable el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924) y la oligarquía guayaquileña, fue justificada con el argumento de que se había disparado contra “saqueadores” y “delincuentes”.
Esa jornada obrera sirvió para que la Revolución Juliana (1925) asumiera representar al “hombre proletario” y ha formado parte de la identidad de las izquierdas ecuatorianas con la clase trabajadora del país.

FUENTE:
http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/la-matanza-obrera-de-1922.html

La Gloriosa en mayo de 1944, hace 70 años




Fechas: Miércoles 28 y jueves 29 de mayo de 2014
Hora: De 9h00 a 12h45 y de 15h30- 18h30
Lugar: Paraninfo


El Área de Historia de la Universidad Andina Simón Bolívar invita al Coloquio internacional a 70 años de “La Gloriosa”: la revolución que no fue.

Dentro del repertorio de acciones colectivas del siglo XX, la protesta popular que irrumpió en diferentes ciudades del Ecuador y echó del poder al gobierno liberal de Arroyo del Río, en mayo de 1944 –a partir de la confluencia de una coalición de partidos políticos, de muy diferentes orientaciones, y organizaciones de la sociedad civil—encarna de manera particular un momento de importante movilización social. En este marco de acontecimientos se demanda el retorno de Velasco Ibarra, “el gran ausente”, quien asume el poder por segunda ocasión. Aquella coyuntura alentó una serie de imaginarios de transformación social, política y cultural que incidieron ulteriormente en la vida nacional. “La Gloriosa”, nombre con el que pasó a la historia esta coyuntura, ha sido objeto de contribuciones sustantivas por parte de estudiosos de la historia y las ciencias sociales. A la luz de dichos aportes, este simposio internacional se propone abrir un espacio de investigación y reflexión sobre aquello que ocurrió hace 70 años.

Participantes 
Carlos de la Torre Espinosa (Universidad de Kentucky), Patricio Moncayo (Universidad Central del Ecuador), Marc Becker (Truman State University), Enrique Ayala (Universidad Andina), Germán Rodas (Universidad Andina), Valeria Coronel (FLACSO), Raúl Zhingre (Universidad Andina), Fernando López (Universidad Central), Pablo Ospina (Universidad Andina), Catalina León Galarza (Universidad de Cuenca), Silvia Vega (FLACSO), Fernando Balseca (Universidad Andina), Alejandro Moreano (Universidad Central), Hernán Ibarra (CAAP), y Guillermo Bustos (Universidad Andina). 
Información: Área de Historia
Edif. José Joaquín de Olmedo, piso 3
Katerinne Orquera, katerinne.orquera@uasb.edu.ec
Tel.: 299 3634, 322 8085, ext. 1837