Gustavo Garzón, un desaparecido más.
La corrupción en nuestro país no tiene límites, no solo se asaltan las arcas del Estado, sino que, cuando alguien intenta protestar simplemente lo mandan a callar, ya sea “comprando” las conciencias o mandando desaparecer al individuo que no está de acuerdo con ciertos intereses donde están involucradas las vacas sagradas del país.
Gustavo Garzón, un escritor quiteño desaparecido el 9 de noviembre de 1990, luego de salir de una discoteca y despedirse de los amigos que lo acompañaban en la capital, perteneció al grupo revolucionario Montoneras Patria Libre y como lo expresara Leonardo Valencia Azogan, en un periódico de Guayaquil: “el echo de que su pensamiento y su posición político revolucionario no haya sido compartido, esto no explica la desaparición de Garzón”.
Todo esto es una gran verdad, como verdad también es el echo de que Garzón engrose la lista de personas desaparecidas en el Ecuador y que los actuales momentos es bastante extensa.
Con es to una vez más se comprueba que no vivimos en democracia, que la democracia que suelen nombrar ciertos fantoches que hoy están en el poder ha sido mal interpretada donde se viola a cada instante el Derecho a la Vida al que todos los ecuatorianos tenemos acceso como seres humanos, y ante este acto criminal desde todo punto de vista no debemos cruzarnos de brazos.
En Guayaquil por ejemplo, en muestra de rechazo ante la actitud vil de los canallas que secuestraron a Garzón, la Casa de La Cultura y la Asociación de Escritores del Ecuador hacen posible el lanzamiento del libro “Brutal como el rasgar de un Fósforo” del autor hasta hoy, en la más absoluta oscuridad del secuestro.
En nuestra ciudad (Babahoyo) donde también existen buenos escritores de la talla de José Enrique Zúñiga, de Rigail Marcial, Teodoro Flores Carpio, Antón Mayorga y otros muy reconocidos en el ámbito literario, que por el momento se me escapan sus nombres, a todos ellos los invito a que integren al movimiento de rechazo a los ataques que frecuentemente sufren los escritores ya que en cualquier momento uno de vosotros puede ser blanco de injusticias impetuosas.
Mientras escribo estas líneas me asalta al pensamiento algo que no puedo contener. ¡Que poco vale la vida de un ecuatoriano den nuestros días! Y recuerdo a William Carabajo, Luís Valverde y al mismo Garzón desaparecidos por motivos diversos ante la pasividad de las autoridades que muy poco o nada hacen para dar con el esclarecimiento de esta incógnita que acongoja a los familiares y amigos de los anteriormente nombrados.
¿Cuándo se terminará la violencia en el país? La respuesta la tenemos diariamente a la vista de los diarios, en los informativos radiales y televisivos donde nos muestran un cuadro de represión increíble contra los más indefensos seres que nos rodean.
Espero que esta líneas sirvan de mucho para que los intelectuales tomen la posta y sigan el ejemplo de los intelectuales de Guayaquil y otras ciudades del país solidarizándose con el compañero que manos asesinas lo obligaron a alejarse de nosotros.
Igualmente espero que este movimiento haga sentir, como presiento que va a suceder, a los plagiadores que el desaparecer de un hombre, no quiere decir que han desaparecido sus ideas y que por el contrario, estas acrecientan el valor del hombre.
(Por Manuel Duarte, publicado en el diario de Babahoyo 1991).
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